ácido
desigual
ese gemido hondo
magdalenaza
a la
vista del varapalo
como bestia
atlética y feliciente
en la
impiedad sonrosadita
al
final del soponcio
entre
abriéndome
enérgica
la palabra
suda
arde e
incendia el viejo verbo.
La palabra suda, en el recorrido libre, profundo, que antecede al contagio felino, de un bloque de granito, que traspasa la frontera del verbo carnal.
ResponderEliminarSe notan los treinta grados mi señora Ro...
Besitos reina.
Comadre Ro, ha llegado el tiempo del calor para que suden esos versos ardientes y quemen páginas en blanco. Cariños de Marianela.
ResponderEliminarMi señora Tatiana, se dispara el PH de la señorita personalidad... jajaajaaaa
ResponderEliminaruy, comadre Marianela, todo iba bien, hasta que llegué a San Pedro... no se puede así, jajajajajaja
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